Si uno se casa es para hacerlo bien, no para fracasar… ¿o no?

El periódico Irish Catholic ha publicó que cada vez más matrimonios se celebran en los juzgados en vez de en las iglesias.

Esta noticia es tremendamente engañosa. Implica que lo que ocurre en la iglesia católica es lo mismo que pasa en el juzgado sólo que cambia el lugar.

Pero no. No es lo mismo: lejos de ello, la palabra matrimonio se utiliza para hablar de dos relaciones totalmente diferentes, tan distintas como la tiza y el queso. Los católicos en particular debemos entender la diferencia claramente.

Sigue con más caña más abajo, cortita y clarita; casi, casi que compensa…

Dónde la gente mete la pata al casarse…

– Lo que el Estado ofrece a la pareja es una relación que cualquier persona pueda terminar con relativa facilidad, si así lo desea tanto él como ella. Cada parte retiene su derecho.

Ahora que la razón por la que una pareja opta por este arreglo y no por la simple cohabitación no está clara. De hecho en Inglaterra muchas parejas cohabitan sin preocuparse de registrarse en los juzgados.

Lo que ofrece la Iglesia es completamente diferente – una unión que no puede acabar a no ser que devenga la muerte. Una vez que se establece esta unión es irrompible. El divorcio es una mera ficción legal sin efectos prácticos.

– Incluso el significado del amor en cada caso es radicalmente diferente. En la Iglesia significa “Me doy completamente a ti, soy completamente tuyo”. La boda civil significa: “Me doy en préstamo a ti hasta nuevo aviso”.

– Finalmente, matrimonio en la Iglesia es un sacramento, un acto de adoración donde Dios es central. La pareja pone a Dios en el corazón de su relación.

El arreglo civil, por otra parte, como la cohabitación, es la entrada en estado de pecado mortal, en la vida contraria al designio de Dios sobre el amor y el matrimonio.

Las personas que buscan casarse tienen el derecho fundamental a conocer todo esto, que conlleva que la Iglesia tiene la obligación grave de explicárselo cuidadosamente a estos.

Extraído de Alive! Dublin Editor Fr. Brian Mckevitt OP y traducido por Anecdonet.