En el parque de Auckland (New Zealand), como en el de muchos otros sitios del mundo se pudo presenciar la entrada en directo de Santa Claus. Era el comienzo oficial de las fiestas de la Coca Cola:

Por fin se había conseguido sustituir el engorroso asunto de la Natividad por un elocuente discurso del Presidente de Coke, seguido de distinguidas actuaciones de no menos prominentes artistas que culminaron en un discreta entrada de SANTA como le llaman los niños Neo-zelandeses. Discreta, por que fue en mitad de una actuación y ni se le dió bombo ni publicidad: como si nada, vamos… Para mi total conmoción Santa, que SÍ (confirmo) iba en un carrito (sin renos) iba precedido de una descomunal mujer… altísima, también ataviada de rojo y blanco… Pregunté a Bon, compañero de esta aventura, que qué era aquello; me dijo:

– Hombre: está claro: Coca-cola ha inventado a Santa Claus; luego también inventó a su mujer… desde luego, no ves las películas. Esa despampanante tipa es su mujer… Y ahí me quedé, incrédulo preguntándome para qué quiere un hombre del calibre y edad de Santa Claus a una mujer como esa; a la vez, el despliegue, calculadísimo de medios para una maravillosa ceremonia que acabó a las tantas con unos bellos fuegos artificiales.

Unas familiares fiestas como las que he vivido en mi hogar, buenas comidas incluyendo lectura del Evangelio, Belén, Misa del Gallo, calor familiar, villancicos, tarjetas de Navidad, visitas a familiares y amigos, aguinaldo (en Valencia son las Estrenas), Cabalgata de Reyes, y mucho cariño… no tienen nada que ver con éstas: felices Coca-Colas y próspero año nuevo.

Se lo contaba en el avión a mi amigo Bamba, que fue el Rey Baltasar en Valencia en 2005. Me decía que ese había sido uno de los días más felices de su vida. Que él, que es musulmán, estaba seguro que Alá era el mismo Dios que nuestro Dios. Y que toda la fiesta de la Navidad era una fiesta de respeto y de cariño a Dios que se notaba también el el gran cariño que los niños le habían mostrado especialmente en ese día.

– «Me cubrieron a besos»