La mayoría de los males y desgracias se producen por haberlos pensado y vivido en nuestro pensamiento, con un temor enfermizo anticipado. El miedo siempre está dispuesto al “estrés anticipatorio”, a ponerse en lo peor, cuando no hay ni siquiera indicios de que pueda ocurrirnos algo malo.

Cuando nos encontramos ante un peligro real, un miedo obsesivo y exagerado puede llevarnos a que nos suceda precisamente lo que tanto tememos. Al final, quien se deja llevar por los pensamientos y emociones de pánico y ve peligro en todo atrae hacia sí aquellos males que tanteo teme: el pensamiento es muy poderoso, tanto para lo bueno como para lo malo. Quien teme mucho pierde todavía más. Pues, como decía el poeta latino Marco Anneo Lucano, “el temor del mal futuro ha puesto a muchos en peligro”.

Por Bernabé Tierno

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