Descansar significa dejar de ir a la caza de nuevas metas, de pasar a toda prisa por el instante.

Detenerse y permanecer. Tener presente. Mientras el hombre se limita a ir desalado del ayer al mañana, está en poder del tiempo. Pero si sabe descansar, el presente aflora en su alma, y entonces entra en contacto con la eternidad. Saber descansar significa estar abierto a una dimensión de eternidad.

Significa haber superado el desasosiego y la prisa. Entonces estamos en condiciones de percibir lo que permanece: el ser. A quien sabe descansar se le han abierto los ojos para lo eterno. Solo él contempla lo permanente, lo esencial. Solo él posee. Solo él sabe qué es la alegría. Solo él sabe qué es la paz. Solo el corazón tranquilo alberga sentimientos profundos y grandes. Solo el corazón tranquilo tiene duración:

«No es la intensidad de sus sentimientos, sino la duración de los mismos, lo que determina la categoría de una persona», ha dicho alguien. Pero la duración tiene sus raíces en la serenidad.

Quien sabe descansar, alcanza el sosiego. En su alma se hace la calma, no como una mera interrupción del trabajo, sino como un tono interior que lo atraviesa todo. Como una armonía que todo lo llena.

(R. Guardini, «La formación de sí mismo»)