«Ser en la vida romero,
romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.

Ser en la vida romero… solo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
(…)
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.
Que no hagan callo las cosas… (bis)».

(León Felipe, «Romero solo», en Antología rota)