«El sufrimiento y la enfermedad constituyen muchas veces para el hombre una ocasión para meditar a fondo en su propia vida. La Escritura hace de ello un principio general: «Quien ha sufrido en su carne ha roto con el pecado». ¡Cuánta gente se ha salvado gracias a una enfermedad!»

(Raniero Cantalamessa, «Un himno de silencio», Comentario que hace a la recapacitación del hijo pródigo («recapacitando entonces se dijo: cuántos jornaleros…») cuando comienza a pasarlo mal)