Querido hermano,

Hoy me siento compelido a escribirte, aunque sé que las palabras nunca podrán abarcar la magnitud de lo que siento. Desde que te fuiste, el mundo ha perdido un poco de su luz, y mi corazón lleva una melancolía que solo tu presencia podía disipar.

Recuerdo con cariño los momentos compartidos, las risas que resonaban en nuestra casa y las travesuras que solo tú y yo entendíamos. Tu ausencia es una herida que siempre estará presente, pero también reconozco que el tiempo que compartimos fue un regalo precioso que atesoro en lo más profundo de mi ser.

A veces, me invade la tristeza al pensar en todas las cosas que ya no podremos hacer juntos: las conversaciones interminables, las risas espontáneas, y simplemente estar allí el uno para el otro en los buenos y malos momentos. Pero también encuentro consuelo al recordar el amor incondicional que compartimos como hermanos, un lazo que la muerte no puede romper.

Aunque ya no te tengo físicamente a mi lado, siento tu presencia en los recuerdos que compartimos y en esos pequeños momentos que me recuerdan a ti. Eres una luz que seguirá brillando en mi corazón, guiándome incluso en los días más oscuros.

Te extraño profundamente, pero sé que allá donde estés, estás en paz y libre de cualquier dolor. Aunque mi corazón esté roto, guardo la esperanza de que algún día nos volveremos a encontrar, y podremos retomar nuestra conexión especial.

Hasta entonces, te llevaré conmigo en cada paso que dé, recordando y honrando el amor que siempre existirá entre nosotros. Descansa en paz, querido hermano, y gracias por ser la parte invaluable de mi vida que siempre serás.

Con amor eterno.