Lucas era piadoso, un buen trabajador del campo y nunca dejaba de hacer sus oraciones a Cristo (vivía en Tessaly y murió en el año 946). Pero no tenía muy clara su vocación. Cierto día, su madre dio cobijo a dos monjes que iban a Tierra Santa y le dijeron que le permitiera a su hijo ir con ellos. Lucas partió y decidió hacerse monje, ingresó en el Monasterio y a los 18 años se construyó un ermita cerca del Monte Corinto donde vivió feliz todo el resto de su vida.