Había una vez una tortuga llamada Tortugullín que vivía en la sabana africana. Era una tortuga muy curiosa y siempre quería descubrir nuevas cosas. Un día, decidió explorar el desierto del Sahara.

Durante su viaje, Tortugullín se encontró con un grupo de camellos que se dirigían hacia un oasis en el desierto. Tortugullín les preguntó si podía unirse a ellos y ellos aceptaron. Durante el camino, los camellos le contaron historias sobre el oasis, que era un lugar mágico donde la vida florecía.

Cuando finalmente llegaron al oasis, Tortugullín quedó sorprendido por su belleza. Había árboles frondosos, arroyos cristalinos y una gran variedad de animales. Pero lo más asombroso era una fuente de agua que tenía propiedades curativas.

Tortugullín quedó maravillado con el oasis y decidió quedarse allí para descubrir más sobre su magia. Durante los próximos días, exploró el oasis y aprendió sobre sus secretos. Un día, se encontró con una vieja serpiente que le contó sobre un tesoro escondido en el oasis.

Tortugullín decidió buscar el tesoro y, después de mucho esfuerzo, lo encontró. Era un cofre lleno de joyas y oro. Pero lo más valioso de todo era un mapa que mostraba el camino a un tesoro aún más grande.

Tortugullín agradeció a la serpiente y partió en busca del tesoro. Durante su aventura, enfrentó muchos peligros, pero finalmente encontró el tesoro. Era el tesoro más grande que había visto en su vida.

Desde ese día en adelante, Tortugullín se convirtió en un viajero conocido por toda la sabana africana. Contaba sus historias y compartía sus tesoros con todos los que lo rodeaban. Y así, vivió feliz para siempre.

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