Un ermitaño tenía un enorme deseo de visitar Tierra Santa, y pedía constantemente no morirse sin verla. Un día se le aparece un ángel y le dice, de parte de Dios, que, vista su buena conducta y santidad, haga tres peticiones y le serán concedidas.

Su primera petición es: ¿qué es lo que debo pedir que le sea más grato a Dios? Y el ángel le dice que pida ver a la Virgen, aunque al verla se quedará ciego.

En su segunda petición pide, en efecto, ver a la Virgen, pero con la idea de taparse un ojo, y así con el otro poder cumplir después su deseo de poder ver tierra Santa. Y así sucede, ve a la Virgen, y queda ciego del ojo que no se ha tapado.

El ángel le dice entonces que haga su tercera petición, y él pide entonces volver a ver a la Virgen.