Oh vieja maldición de los poetas
que se quejan cuando deben decir;
que siempre opinan sobre sus sentires
en lugar de formarlos, y suponen
que cuanto en ellos es triste y gozoso
sabrían y podrían en poemas
llorarlo o festejarlo. Como enfermos
convierten en lamento su lenguaje,
para decir dónde les duele, en vez
de transformarse, duros, en palabras,
como el cantero de una catedral
se transforma en la calma de la piedra…

(Réquiem para un poeta, Rainer Maria Rilke)