Durante la , un prisionero en el campo de concentración de se hizo amigo de un gorrión que había anidado cerca de su barraca. A pesar de las condiciones brutales del campo, el prisionero compartía su comida y agua con el pájaro y le hablaba en voz baja para calmarlo.

Un día, el prisionero notó que el gorrión parecía enfermo y débil. A pesar de que no tenía acceso a ningún médico para el pájaro, decidió cuidarlo y mantenerlo en su . Durante varios días, el prisionero cuidó del pájaro con todo lo que estaba a su alcance, pero finalmente, el gorrión murió.

A pesar de su pérdida, el prisionero recordó cómo la amistad con el pájaro le dio fuerzas para seguir adelante y mantener su en un lugar donde se hacía todo lo posible para destruirla. Esta puede ser vista como una muestra de la que puede haber entre el ser humano y la , incluso en las más extremas.