«Basta con que muestres que le quieres cuando Él se entretiene contigo, que tienes para Él toda suerte de cuidados y que te alegras en su Presencia».

María de Betania es ejemplo para nosotros de esta actitud atenta y amorosa. Sus ojos no se distraen, sus oídos están solo para escucharle. Su cuerpo se sienta a los pies del maestro para recibir su palabra. Está enamorada de Jesús y le unge sus pies: «María tomando una libra de perfume muy caro, de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume» (Jn 12, 3). Esto sucedió seis días antes de la Pascua, donde vivía Lázaro, resucitado de entre los muertos.

(San Juan Crisóstomo)