En un pueblo andaluz, una madre estaba dando una zurra a su hijo pequeño con una zapatilla, mientras el hijo no dejaba de berrear.

Se asomó una vecina al oír los berridos, e increpó a la madre:

  • ¡No sea cruel, no le pegue así, habráse visto…!

Entonces el niño dejó de berrear y le dijo:

  • Ud. Se calla, señora, que para eso es mi madre.