«¿Veis la eficacia de la oración cuando se hace con las debidas condiciones? ¿No convendréis conmigo en que, si no alcanzamos lo que pedimos a Dios, es porque no oramos con fe, con el corazón bastante puro, con una confianza bastante grande, o porque no perseveramos en la oración cual debiéramos? Jamás Dios ha denegado ni denegará nada a los que piden sus gracias debidamente. La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, perseverar en la gracia, mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo, ya para el alma, ya por lo que hace a nuestras necesidades temporales».
(Sto. Cura de Ars, «Sermones escogidos», Quinto domingo después de Pascua)