Dejamos unos del libro DE UN ALMA ( de Lisieux).

Durante mucho tiempo me he preguntado por qué tenía Dios preferencias, por qué no recibían todas las almas las gracias en igual medida. Me extrañaba verle prodigar favores extraordinarios a los santos que le habían  ofendido, como o san , a los que forzaba, por así decirlo, a recibir sus gracias; y cuando leía la vida de aquellos santos a los que el Señor quiso acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, retirando de su camino todos los que pudieran impedirles elevarse hacia él y previniendo a esas almas con tales favores que no pudiesen empañar el brillo inmaculado de su vestidura bautismal, me preguntaba por qué los pobres salvajes, por ejemplo, morían en tan gran número sin haber oído ni tan pronunciar el nombre de Dios…

Jesús ha querido darme luz acerca de este . Puso ante mis ojos el libro de la y que todas las flores que él ha creado son hermosas, y que el de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la su encantadora sencillez… Comprendí que si todas las flores quisieran ser rosas, la naturaleza perdería su gala primaveral y los campos ya no se verían esmaltados de florecillas…

Eso mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. El ha querido crear grandes santos, que pueden compararse a los lirios y a las rosas; pero ha creado también otros más , y éstos han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies. La perfección consiste en hacer su , en ser lo que él quiere que seamos…

Comprendí también que el amor de Nuestro Señor se revela lo mismo en el alma más que no opone resistencia alguna a su gracia, que en el alma más sublime. Y es que, siendo propio del amor el abajarse, si todas las almas se parecieran a las de los santos que han iluminado a la Iglesia  con la luz de su , parecería que Dios no tendría que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Pero él ha creado al niño, que no sabe nada y que sólo deja oír gemidos; y ha creado al pobre salvaje, que sólo tiene para guiarse la ley natural. ¡Y también a sus corazones quiere él descender! Estas son sus flores de los campos, cuya sencillez le fascina…

Abajándose de tal modo, Dios muestra su infinita grandeza. Así como el sol ilumina a la vez a los cedros y a cada florecilla, como si sólo ella existiese en la tierra, del mismo modo se ocupa también Nuestro Señor de cada alma personalmente, como si no hubiera más que ella. Y así como en la naturaleza todas las estaciones están ordenadas de tal modo que en el momento preciso se abra hasta la más humilde margarita, de la misma manera todo está ordenado al bien de cada alma.