Papá, desde que te fuiste, siento una mezcla de tristeza y gratitud. Tristeza, porque ya no estás aquí para compartir los momentos de la vida, y gratitud, porque tuve el privilegio de llamarte mi padre. Fuiste mi roca, mi guía, y el ejemplo más grande de integridad y compasión que he conocido. Me enseñaste con tu vida cómo enfrentar cada desafío con valentía y cómo tratar a cada persona con respeto. Aunque ya no puedo escuchar tu voz, las lecciones que me diste resuenan cada día en mi corazón. Te extraño inmensamente, pero celebro la vida que viviste y el amor incondicional que siempre mostraste a nuestra familia. Gracias por ser mi padre, mi mentor y mi amigo. Cada día me esfuerzo por vivir de una manera que refleje los valores que me enseñaste. Siempre estarás conmigo, y espero que desde donde estés, puedas sentir todo el amor que te envío.