Querida hermana, escribirte hoy me trae una mezcla de alegría y tristeza. Alegría, porque tuve el privilegio de tener una hermana como tú, y tristeza, porque tu ausencia se siente cada día más. Fuiste más que una hermana para mí; fuiste una amiga, una compañera de vida que siempre estuvo ahí en los momentos más importantes. Aunque ya no estás aquí, los recuerdos de los tiempos que compartimos siguen siendo una fuente de consuelo y felicidad para mí. Te extraño inmensamente, pero estoy agradecida por cada risa, cada abrazo y cada palabra de aliento que compartimos. Siempre serás recordada con amor y cariño, y espero que desde donde estés, puedas sentir todo el amor que todavía tengo por ti.