Hoy me siento a escribirte con un corazón lleno de amor y tristeza, al despedirme de ti, aunque sé que nunca te olvidaré. Fuiste una parte fundamental de mi vida, alguien que siempre estuvo ahí en los momentos importantes, compartiendo alegrías y ofreciendo consuelo en las tristezas. Tu amor, tu risa, y tus palabras de aliento siguen vivos en mí y en todos los que tuvieron la suerte de conocerte. Aunque físicamente ya no estás con nosotros, tu espíritu sigue presente en cada recuerdo, en cada historia que contamos sobre ti, y en cada sonrisa que compartimos al recordarte. Descansa en paz, sabiendo que tu legado de bondad y fuerza perdura en todos nosotros. Nos enseñaste a amar, a perdonar y a seguir adelante sin importar las dificultades. Gracias por todo, querido ser, hasta que nos encontremos nuevamente.