Mi amado tío, en este momento de despedida, quiero expresarte todo mi amor y nostalgia. La noticia de tu partida me llenó de tristeza, pero al recordar tu vida, también siento una profunda gratitud. Fuiste una presencia constante de apoyo y amor, enseñándome a enfrentar cada desafío con una sonrisa y a nunca perder la fe en Dios. Tus historias, tu risa y tu amor por la vida son tesoros que guardaré siempre. En mis oraciones, pido que la Virgen María te acompañe ahora que estás ante la presencia divina, y que tu alma goce de la paz eterna. Te amo y te extrañaré profundamente, pero me consuela saber que tu legado de amor y fe continúa vivo en todos los que te conocieron. Adiós, querido tío, hasta que nos volvamos a abrazar en el cielo.