Querido tío, es difícil expresar con palabras lo mucho que significaste para mí y lo profundamente que siento tu ausencia ahora que has partido. Fuiste un modelo a seguir, un mentor y un amigo. En cada decisión importante, tus consejos guiaron mi camino, y en cada celebración, tu alegría iluminó nuestro entorno. Aunque ahora caminas por el sendero hacia el reino celestial, las enseñanzas y el amor que dejaste atrás perdurarán eternamente. Rezo para que encuentres descanso en los brazos de nuestro Salvador y que la luz perpetua brille sobre ti. Seguiré recordándote en cada Misa y ofreciendo oraciones por tu alma bendita. Gracias por todo, querido tío. Con todo mi amor, te envío este último mensaje, esperando que nos reunamos nuevamente bajo la gracia y la misericordia divinas.