Cuenta la leyenda que un gran saurio aterrorizaba a los labradores de la huerta valenciana con su feroz violencia. Cruel y silencioso, se escondía en las acequias entre las cañas y acechaba a sus desprevenidas víctimas para lanzarse sobre ellas como un rayo.

Entonces un caballero se ofreció a acabar con la horrible bestia. El valiente se armó con una brillante armadura fabricada con espejos y salió en busca del feroz animal y cuando el monstruo abrió sus fauces para devorarle, lo cegó con el resplandor de la rutilante armadura y le atravesó garganta con su gruesa lanza.

Sin embargo, la historia nos dice que este cocodrilo era en realidad un bebé de Caimán del Caribe, que el virrey del Perú regaló a san Juan de Ribera. El Patriarca le llamó Lepanto y lo crió en los jardines de su casa de la calle de Alboraia. El caimán vivió muchos años, se hizo muy grande, y cuando murió,el de junio de 1606,lo mandó colgar en la pared de esta iglesia para recordar a los visitantes el respetuoso silencio y el recogimiento con el que se debe que estar en ella.»