Hace mucho tiempo, en la tierra de Egipto, el faraón se negó a dejar que los israelitas dejaran el país y regresaran a su hogar en la tierra de Canaán. Como resultado, Dios envió una serie de plagas para persuadir al faraón a dejar ir a los israelitas.

La primera plaga fue la plaga de sangre. Dios convirtió el agua del río Nilo en sangre, lo que mató a los peces y los dejó apestosos e imposibles de beber. Pero Dios protegió a los israelitas y les dio agua dulce para beber.

La segunda plaga fue la plaga de las ranas. Millones de ranas invadieron las casas y las calles de Egipto, lo que hizo que todo fuera desagradable y difícil de limpiar. Pero Dios nuevamente protegió a los israelitas y no permitió que las ranas invadieran sus hogares.

La tercera plaga fue la plaga de los piojos. Los piojos infestaron a todos los egipcios, incluidos los animales, lo que los hacía picar y rascarse constantemente. Pero los israelitas, una vez más, no fueron afectados por la plaga.

La cuarta plaga fue la plaga de las moscas. Millones de moscas invadieron Egipto, haciendo que todo fuera incómodo y difícil de limpiar. Pero los israelitas estaban protegidos, y las moscas no entraron en sus hogares.

La quinta plaga fue la plaga de la peste en el ganado. Todos los animales de Egipto, incluidos los bueyes, las vacas y los camellos, murieron a causa de la enfermedad. Pero los animales de los israelitas no fueron afectados.

La sexta plaga fue la plaga de los furúnculos. Los egipcios estaban cubiertos de llagas y dolores que los hacían sentir muy mal. Pero los israelitas, una vez más, estaban a salvo.

La séptima plaga fue la plaga de los granizos. Grandes bolas de granizo cayeron del cielo, destruyendo cultivos, hogares y matando animales. Pero Dios protegió a los israelitas y sus hogares no fueron dañados.

La octava plaga fue la plaga de los langostas. Miles de langostas invadieron Egipto, devorando todo lo que encontraban a su paso. Pero Dios protegió a los israelitas y sus cultivos no fueron dañados.

La novena plaga fue la plaga de la oscuridad. Una densa oscuridad cubrió toda la tierra de Egipto durante tres días, lo que hizo imposible ver o moverse. Pero los israelitas tenían luz en sus hogares y podían moverse con libertad.

Finalmente, la décima plaga fue la peor de todas: la muerte de todos los primogénitos en Egipto. Pero los israelitas recibieron instrucciones de Dios para poner sangre de cordero en los postes de sus puertas, y el ángel de la muerte pasó por alto sus casas. Los egipcios, sin embargo, no realizaron este ritual y sus hogares fueron afectados por la muerte de sus hijos primogénitos.

Después de esta décima plaga, el faraón finalmente dejó que los israelitas se fueran de Egipto. Moisés y su hermano Aarón condujeron a los israelitas fuera del país hacia la Tierra Prometida. Durante su viaje, Dios guió a los israelitas en forma de una columna de nube durante el día y una columna de fuego durante la noche.