En agosto de 1985 se celebró el 43 Congreso Eucarístico Internacional en Nairobi (Kenia). Lo clausuró el 18 del mismo mes Juan Pablo II.

En una de las reuniones del Congreso intervino la Madre Teresa de Calcuta. Habló en un tono muy bajo, que sorprendió a los asistentes que no conocían aún a la religiosa.

Habló de cómo las comunidades religiosas son también familias cristianas cuya vitalidad se mide por la intensa vida de piedad que debe caracterizarlas. Contó una anécdota de su comunidad de monjas:

 «Hasta el año 1973 teníamos Adoración del Santísimo después del retiro, una vez a la semana.

 Este año hubo una petición unánime de las monjas: ¡Queremos tener Adoración todos los días! 

Yo hice el papel del diablo y les dije: ¿Cómo vamos a tener Adoración diaria con tanto trabajo como tenemos? 

Pero insistieron, y a mí me agradó mucho que lo hicieran. Así fue como comenzamos a tener Adoración diaria, y os puedo asegurar con sinceridad que desde entonces he comprobado cómo en nuestra comunidad hay un amor más íntimo hacia Jesús, más comprensión entre todas, un amor con más compasión hacia los pobres. . . 

y hemos duplicado el número de vocaciones».

ANÉCDOTA DE ADORACIÓN