La Virgen María sintió deseos de ir a visitar a su prima Santa Isabel. Como iba llena de la Gracia de Dios, inundó la casa de su prima de bendiciones. En cuanto oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno e Isabel quedó llena de Espíritu Santo. Muy agradecida le dijo a María: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de vientre. ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?»