Índice

1. ¿Evolución biológica o evolución cultural?

2. ¿Dónde, cuándo y desde qué antecesor aparecen los hombres?

3. ¿Cómo ocurre la evolución biológica?

4. ¿Para qué y porqué de la evolución humana?

5. ¿Qué es lo específicamente humano de la corporalidad?

6. ¿Cómo se manifiestan las facultades específicamente humanas?

Se recoge aquí el texto de una conferencia pronunciada en febrero de 2007 en la Universidad de Navarra. La sesión impartida formaba parte de un Curso de Doctorado Interdisciplinar “Antropología de la Educación Universitaria”.

Se han intercalado en el texto de la conferencia, las preguntas y respuestas de una entrevista realizada a la autora por David Armendáriz, profesor el Instituto de Antropología y Ética, que no se había publicado.

Las respuestas a las diez cuestiones planteadas tienen como trasfondo dos libros recientes: “La dinámica de la evolución humana. Más con menos” publicado en EUNSA, y “Cerebro de mujer y cerebro de varón”, de la editorial Rialp.

Se pretende aquí divulgar los orígenes y evolución de la humanidad, desde la perspectiva de la integración personal de la autora, de los conocimientos actuales de la Biología humana y de la Antropología cristiana.

Una opinión, y algunas sugerencias, a preguntas que todos nos hacemos acerca de lo que la revelación judeocristiana y la ciencia aportan a una historia, que a nadie le es indiferente.


3. ¿Cómo ocurre la evolución biológica?

Toda explicación del proceso evolutivo supone fundamentalmente establecer la relación existente entre el cambio en el material informativo heredado y heredable y el agente que lo origina. Es decir establecer las causas.

La constitución de cada hombre, como ocurre con cada uno de los individuos de todas las especies, tiene como punto de partida un material (el genoma heredado), que es el soporte material de la información genética.

La información o mensaje genético heredado de los progenitores describe al individuo que pertenece a esa especie; es su identidad genética que se mantiene a lo largo de su existencia.

Con la concepción de cada uno de los individuos comienza a emitirse el mensaje genético “escrito” en los materiales heredados y con ello, arranca la vida y la construcción del organismo: se genera el principio vital unitario que posee y le corresponde a cada viviente. Un principio que no se hereda sino que se genera para cada uno y que mantiene la unidad vital, la armonía entre las partes del organismo y aporta por ello la eficiencia propia del ser vivo.

La vida de cada individuo es así un cambio continuo, una trayectoria unitaria direccionada, con un inicio y un final precisos.

A. Causa material: micro y macroevolución

En primer lugar, la evolución tiene el plano marcado por los materiales de partida. El DNA es un material muy peculiar. No sólo es informativo sino que puede copiarse a una estructura complementaria y así conserva el mensaje al mismo tiempo que lo transmite o “inventa” nuevos mensajes. Los cambios del contenido del mensaje, de la información genética o patrimonio genético, constituyen el principal factor que causa el proceso evolutivo.

Los cambios se dan en los dos diferentes niveles de información que posee el DNA. El primer nivel de información es la secuencia de nucleótidos de las hebras del DNA que forman los cromosomas, presentes e iguales en cada una de las células que constituyen los órganos y tejidos de cada uno de los individuos de una especie; y también igual para todos los individuos de una especie, y sólo con ligeras variaciones que permiten las diferencias individuales entre los congéneres. La información del primer nivel se va expresando durante el desarrollo embrionario de una forma coordinada. Por ello, para que se construya un organismo no basta el primer nivel de información. Es preciso, además, una armonización unitaria de la expresión de los genes, o segundo nivel informativo, que de modo diferencial construya los distintos órganos y tejidos. Esta información de segundo nivel es un programa, no un simple boceto; es información que va apareciendo con el proceso mismo y por ello se denomina información epigenética.

Obviamente para evolucionar se requiere un cambio del primer nivel informativo, que modifique el contenido informativo total. Atendiendo al tipo de cambio del mensaje genético que causa un proceso evolutivo se distinguen dos niveles, que son dos modos reales y diferentes de cambiar. Ambos se han dado y se han superpuesto en el tiempo de la historia de la vida. Se suelen denominar nivel microevolutivo y nivel macroevolutivo.

La microevolución se debe a cambios al azar en el genotipo, que afectan al fenotipo, y que, por eso, se “aceptan” selectiva y determinadamente, en primer lugar, en relación a si mejoran o no la adaptación a un entorno; en segundo lugar, y como consecuencia de la mejor adaptación al medio en que se encuentran los individuos de una población, se va produciendo lentamente la optimización de las propias funciones y caracteres. Este nivel de evolución no conlleva innovación ni progreso en complejidad, sino un perfeccionamiento gradual de lo ya aparecido.

La macroevolución, por el contrario, se debe a cambios también aleatorios en el DNA, pero que no producen simplemente variaciones sobre lo aparecido anteriormente, sino que cambia el “contenido” del mensaje genético ampliando la información de segundo nivel. Es un cambio del principio vital unitario, y por tanto una verdadera innovación. Supone alteraciones y reordenaciones del genoma, que dan lugar a la aparición de verdaderas innovaciones (aparición de nuevos genes y de sus sistemas de coordinación durante la ontogenia), que permiten una nueva función biológica, o una nueva estructuración corporal. Las innovaciones suponen, exigen, o son consecuencia, de cambios en el programa, en el segundo nivel de información: cambio del contenido informativo. Estos cambios en la regulación armónica de los genes pueden llevar a un cambio radical y rápido y no meramente de acumulación gradual de variaciones del primer nivel informativo.

B. Causa formal

Un cambio en las condiciones de inicio (en la materia y/o en su entorno) permite a los materiales de partida integrarse en una unidad que posee una nueva forma y por ello propiedades que no tienen los materiales reunidos de otra forma.

El proceso evolutivo y el proceso de desarrollo embrionario siguen las mismas reglas para autoorganizarse desde lo simple a lo complejo porque parten ambos procesos de un mismo material de partida: el DNA. Cada especie tiene en el tiempo de los periodos evolutivos un proceso constituyente de un genoma (con un contenido informativo, o forma) que es transmitido a cada uno de los individuos de la especie por generación. Cada transmisión de vida supone un proceso constituyente a individuo nuevo.

Los cambios evolutivos llevan consigo que el genoma de las especies más evolucionadas, o de aparición más reciente, guarda memoria del camino seguido desde lo más simple a su propia complejidad. Así, de hecho, el genoma específico de cada especie es un “registro fósil” del camino, o historia genética evolutiva, que han seguido sus precursores hasta la aparición de esa especie. En este sentido podemos afirmar que el genoma de cada especie acumula la historia de los logros del pasado desde que la vida se inició. Las ciencias biológicas actuales permiten conocer las diferencias y semejanzas del genoma del hombre respecto a vivientes que divergieron por linajes diferentes de ancestros comunes; y, con ello, da una respuesta coherente acerca del tipo de proceso de especiación por el que se separaron unos de otros.

C. Causa en el plano de la eficiencia

En tercer lugar, una transformación es evolutiva si es progresiva, si va a más (mayor complejidad, mayor innovación de propiedades, etc.). Es decir, hay evolución si el dinamismo del cambio retroalimenta de alguna manera la unidad formada. No es suficiente la suma de más materiales, sino que la evolución exige que la nueva manera de configurarse los materiales sea más rica. Es un más con más.

Azar y determinación no se oponen sino que cooperan en los procesos temporales

Estos términos significan en Biología parámetros de la dinámica temporal de los seres vivos. Un proceso de cambio se desarrolla o no y se desarrolla en la dirección de “A a B; o de A a C”, según las condiciones del medio, con una probabilidad X. Puede ser del 50% la probabilidad de darse o no darse, o de dar B o C. Entonces se considera casual. Si hay una probabilidad superior a 50 el proceso está predispuesto a darse y a hacerlo hacia una determinada dirección, B o C.

Que se dé un cambio (mutación en términos generales) es en si misma casual, aunque los cambios pudieran estar favorecidos en un entorno poco “ecológico”. Es la selección natural la que permite que se acepte o rechace a los individuos portadores, pero sólo en el caso de que significa cambio en el fenotipo. Sin embargo, la mayor parte de las mutaciones son silenciosas (no cambian el fenotipo) o neutras, y entonces escapan a la selección.

Una mutación puede ser en si misma favorecida a ocurrir en una zona del material genético, por la estructura misma del material. Más aún, aunque pudiera escapar a la selección natural, necesita pasar otra criba de selección, denominada “selección interna”. Es la criba de proceso de desarrollo embrionario. La mutación puede originar una estructuración sin sentido unitario y se rechaza como malformación regresiva, o puede suponer un cambio de la forma y dar paso a un individuo más evolucionado, más complejo.

El encuentro entre la Biología del desarrollo y la Biología evolutiva (“Evo-Devo”) ha permitido encontrar respuesta en lo que se empieza a denominar la “cuarta ley de la termodinámica”, o la dinámica epigenética de la constitución de las realidades vivas. El dinamismo temporal de la existencia de una viviente supone un crecimiento de la información de los materiales de partida con el proceso mismo. Desde esta perspectiva se explica la evolución y diversidad morfológicas de los seres vivos como consecuencia de cambios en los programas de desarrollo embrionario y no solo del soporte materia de la información, del DNA. De tal forma que el proceso o programa evolutivo es en último termino el proceso de cambio y evolución de los programas mismos de desarrollo.

Un modo de retroalimentación es la construcción de órganos y tejidos, de la que emerge nueva información funcional. La estructura de un determinado órgano aporta la función o la operación propia del mismo, aquello a lo que el órgano está ordenado: el riñón a filtrar, el corazón a bombear la sangre, etc. En este sentido, la operación emerge del órgano y no está en el primer nivel de información, es irreductible al primer nivel. Obviamente, si en el patrimonio de la especie no hay información de primer nivel para construir un determinado órgano, el individuo de esa especie no posee la capacidad correspondiente. Y todas aquellas propiedades o funciones que emergen en el desarrollo del individuo pertenecen a ese viviente como un todo. Más información de partida que aporte más información epigenética es más riqueza del principio vital unitario.

Los niveles macro y microevolutivos son también distintos en cuanto que el azar y la necesidad cooperan en grado distinto en su dinámica de progreso. La causa eficiente de los procesos microevolutivos es que los individuos, que adquieren al azar unas variaciones, dejan más descendientes. En los procesos macroevolutivos la causa eficiente es la lógica interna del principio vital unitario.

D. Causa final

Y por último, ambos procesos –macroevolutivo y microevolutivo- son distintos en cuanto a qué marca su dirección, con qué finalidad. Las modificaciones del nivel microevolutivo tienen lugar en dependencia del medio, ya que éste determina, por selección natural, la permanencia o rechazo del cambio en la información en función de la supervivencia y adaptación. Las modificaciones del nivel macroevolutivo se orientan por selección interna.

Los procesos evolutivos son procesos con flecha de tiempo y no meramente casuales, sino con diferente probabilidad de cambiar en un sentido u otro a lo largo del tiempo: es una tendencia que implica una naturaleza. El agente que causa el cambio son las fluctuaciones -en este sentido las fluctuaciones son el componente de azar- que arrastran el sistema de un estado a otro y, al mismo tiempo, ese resultado está determinado en un doble aspecto; en el sentido de si la fluctuación se impone o no se impone, y en la manera en que se determina de acuerdo con la naturaleza misma del sistema.

La finalidad, o dirección del cambio, no es impuesta desde fuera y ajena al sistema, sino intrínseca (causa en el plano final) y necesita para que se produzca el cambio de la modificación de los materiales y de una nueva actualización de su conformación. La finalidad o teleología afecta al todo de la realidad, pero no de igual forma a cada una de las partes del universo.

¿Cómo y en virtud de qué se ordenan las funciones y operaciones en orden al fin unitario del viviente, al vivir? El principio vital (alma, en terminología clásica) es uno y único; no es separable en segmentos, ni hay un despliegue sucesivo de principios vitales. Este orden dinámico hace que el sistema -a todos sus niveles- funcione como un todo. Por ser un sistema abierto y alejado del equilibrio, cambia a lo largo del tiempo de lo simple a lo complejo, desarrollándose y viviendo con una continua actualización de todas las potencialidades de su identidad en cada etapa de su vida.

La historia de la vida es evolutiva hacia más intensidad de vida, hacia más interior y sí mismo propio de los seres vivos, y menos según lo externo que es lo propio de la realidad inerte. Hay ganancia de autonomía, en cuanto se gana en intensidad de lo propio; hay más de sí mismo, porque es esencia de la vida el que a los materiales de partida les corresponde su forma. O lo que es lo mismo, los materiales de partida de cada unidad vital, o individuo, contienen información genética. Posee un principio vital unitario y propio, que se genera en su concepción y acaba con la muerte. Están cerrados sobre sí mismos, encerrados en el mero fin de vivir; no se pueden enriquecer con más información genética, sino que maduran, envejecen y mueren.

En este sentido, los individuos no tienen propiamente historia. Son las especies, como unidades vitales en cuanto comparten un mismo patrimonio genético, las que aparecen, permanecen largos tiempos, algunos de los individuos que las componen evolucionan al cambiarse la información genética propia de la especie, y muchas especies desaparecen con el tiempo. La Paleontología muestra que a lo largo de millones de años la vida no ha dejado de organizarse en sistemas cada más complejos y cada vez más autónomos. Esta direccionalidad de la vida tiene carácter plenamente evolutivo y no sólo transformante. El cambio es a más.

Las funciones de los diversos órganos son causadas en última instancia por el contenido informativo de la herencia genética. Pero ésta no es la única información del viviente. La vida es paso de un estado de equilibrio a otro, y por ello la amplificación y retroalimentación de la información del principio transciende la posibilidad del fijismo, de principio fijo o predeterminado. El contenido informativo no está fijado, sino que está en continua evolución.

ENTREVISTA por David Armendáriz

¿Puede decirse que la evolución, tanto en los animales como en los homínidos, es un proceso que sigue una dirección, una finalidad, o es una dinámica biológica que se explica a sí misma, sin necesidad de recurrir a ningún parámetro extrabiológico?

No veo incompatibles ambas afirmaciones. La cuestión está en que la pregunta por la finalidad es una pregunta interdisciplinar cuya respuesta exige aunar coherentemente las explicaciones que pueden alcanzarse desde las diversas perspectivas. La ciencia positiva dice “sí” a una dirección (de lo simple a lo complejo); dice “sí” a una finalidad de los vivientes a vivir, transmitir la vida y transformarse dando paso o otras formas. Y dice “sí” a que la dinámica de la vida, con flecha en el tiempo, se explica por causas naturales.

No tiene nada que decir, ni negar ni afirmar, acerca de porqué ni acerca del para qué existe lo que existe.

La teleología (finalidad) contemporánea se ha enriquecida con los paradigmas de que hemos hablado de la dinámica hacia la complejidad. Es una teleología que afecta al todo, pero no de igual forma a cada una de las partes. No se puede dar el mismo sentido a la finalidad de una montaña que a la de una hormiga. Los evolucionismos, desde sus inicios a mediados del siglo XIX, han sido muy mecanicistas. Han intentado entender el proceso evolutivo considerándolo regido por el puro juego azaroso de las causas eficientes, es decir, de las relaciones causa-efecto; y han fracasado. Incluso cuando han surgido en el evolucionismo posturas teleológicas, éstas han sido de naturaleza estadística. Las leyes de los grandes números son, en algún sentido, teleológicas, ya que permiten predecir una conducta y un resultado; por la tendencia interna del propio fenómeno estadístico hay una mayor o menor probabilidad de “aparecer” en un margen de tiempo que depende de las condiciones externas. De ahí que Monod propusiera cambiar el término teleología por teleonomía. Es una direccionalidad de la vida, o de la evolución, de carácter más indeterminado, en cuanto el dinamismo es del todo y no estrictamente de cada una de sus partes.

Que las ciencias naturales no tengan nada que decir acerca de la finalidad última y de la Causa de que exista lo que existe, no significa que los científicos, como el resto de las personas, no podemos pensar y responder a esa cuestión; eso sí, a través de otras formas rigurosas de conocimiento. No deja de ser sorprendente, a pesar de la frecuencia con que ocurre, que cuando un paleontólogo intenta reconstruir el curso de la evolución a partir de los hallazgos fósiles, o un biólogo las causas del cambio evolutivo en el peculiar registro fósil de los genomas, solo tenga en su perspectiva intelectual la respuesta parcial de Darwin: la única causa del origen de las especies, incluida la especie humana, es la selección natural.

Darwin no intentó resolver el problema “duro” del origen de las especies y del hombre, esto es su diseño. Pretendió que el hecho de descubrir la selección natural demostraba que el diseño de los organismos no respondía a ningún designio, sino al puro devenir del entorno. En 1876 en su autobiografía escribió, “no parece haber más propósito en la variación de los seres vivos, y en la acción de la selección natural, que en la dirección en la que sopla el viento”.

Pero, afortunadamente, desde esa fecha los paradigmas de la Ciencia biológica, de la Antropología física y de la Antropología filosófica, las Neurociencias, la Ecología, la Psicología fisiológica, etc., han avanzado considerablemente. Lo suficiente al menos para iluminar las perspectivas de la Biología y la Paleontología a la realidad viva en general y a la realidad humana en particular, y con ello a sus orígenes, sin pre-juicios ideológicos y con la apertura intelectual de reconocer que los problemas “duros”, complejos no se resuelven sin más con la acumulación de datos desde la simple perspectiva de las ciencias positivas.

4. ¿Para qué y porqué de la evolución humana?

El principio vital unitario de cada uno de los vivientes causa eficientemente un organismo que en caso de los animales está finalizado intrínsecamente a vivir y transmitir la vida para que se mantenga la especie adaptándose al entorno lo más óptimamente posible. El principio vital unitario de los animales (el alma animal) tiene facultades ligadas a la construcción del organismo, conservación, crecimiento y reproducción. Esto es lo contenido primariamente en los genes, y en el genoma total, y común a los vegetales y a los animales.

Ahora bien, los animales tienen un sistema nervioso y por ello poseen facultades (como el trasladarse de un sitio a otro en busca de algo, el mundo tendencial, la capacidad de aprendizaje, la memoria, las emociones, el conocimiento, etc.) que ponen de manifiesto que poseen otro nivel de contenido informativo del principio vital unitario. Cualquiera de esas actividades sensitivas es, en sí misma, más compleja que por ejemplo, el digerir. Por ello, los genes que permiten formar el sistema nervioso “elevan” el mensaje de meramente vegetativo a sensitivo y confieren complejidad creciente, con el proceso evolutivo, respecto a las capacidades sensitivas.

Evolucionar los animales superiores es “hacer suyo” una capacidad nueva, una nueva forma de vivir; es elevar o potenciar la información generada desde la información genética, justamente por modificación del soporte material de esa información heredada en aquello que permite el funcionamiento del cerebro. De ahí que los procesos macroevolutivos de los animales superiores suponen siempre evolución de la estructura y dinámica del cerebro, ya que las capacidades superiores dependen de la integración y procesamiento de información de circuitos neuronales. La máxima complejidad en cuanto a la dotación genética de los animales es la que es capaz de informar la construcción de un cerebro “complejo”. Por tanto, el progreso evolutivo animal descansa en la organización de los materiales del cerebro, de las neuronas.

Para ello debe haberse desplegado suficientemente la información genética que codifica la construcción del cerebro y su maduración, y por este motivo estas capacidades aparecen más tarde en el desarrollo del individuo que las vegetativas (como filtrar o digerir). También por este motivo, las manifestaciones vitales superiores, la mente, son epigenéticas (aparecen con el desarrollo) y paralelas a la maduración del órgano cerebro en los animales superiores. El cerebro es un órgano peculiar.

La información genética de los animales superiores (tanto la inicial como su ampliación epigenética) supone una cierta predisposición a un modo de comportarse, y de aprender a comportarse, que les capacita a vivir en un medio. Esos modos son automatismos dirigidos desde dentro que aseguran la supervivencia en el entorno propio de los individuos de esa especie. Podría decirse, por tanto, que los animales superiores están preprogramados o predispuestos, por el contenido de su mensaje genético, para aprender determinadas cosas y aprenderlas generalmente de una determinada manera. La expresión regulada de los genes específicos de las especies animales, dirige tanto la diferenciación celular como también los elementos de control de las conexiones preexistentes. Así constituyen una organización cerebral de la que emerge una pauta de comportamiento concreta o estereotipada.

Sin embargo, cada hombre se marca sus propios fines (el para qué de su existencia), que no están contenidos en el patrimonio genético común a todos los hombres Más aún los miembros de la estirpe humana manifiestan diferencias “personales” entre ellos, lo cual es más llamativo que el hecho de que las muestren respecto de los demás individuos de otras especies no-humanas. Y, más aún, porque tiene la vida como tarea: ha de trabajar, trabajarse la vida. Tienen un para qué propio. A diferencia del organismo animal, el cuerpo de cada hombre, con sus procesos vitales y sus gestos corporales, muestra al titular de ese cuerpo. La biología humana pone de manifiesto un plus de complejidad del cuerpo de cada hombre, ya que está abierto a más posibilidades que las que la biología ofrece, a pesar de que su patrimonio genético posee muy pocos genes nuevos con respecto a los primates más próximos.

La génesis de cualquier especie animal tiene una dinámica epigenética de lo simple a lo complejo, y no exige una causa final que dé cuenta de su aparición concreta. Ni la especie, ni los individuos que la componen, son fines por sí mismos. Es en la unidad del mundo vivo donde se manifiesta una tendencia finalizada a la complejidad. Los cambios en el material genético en la rama de los homínidos, que causan eficientemente el proceso evolutivo de hominización, están unitariamente finalizados al plus de complejidad del cuerpo humano Obviamente, con esto no se afirma que los genes causen el plus, la libertad del hombre. Sin embargo, sin ser la causa, hay genes que son imprescindibles para que el mensaje genético que contiene el genoma humano pueda constituir un cuerpo de hombre. Es decir, el mensaje genético, y sus amplificaciones, en vez de quedarse ordenado a la mera vida corporal, en función de la especie, se ordena hacia el fin propio de cada hombre.

Las formas de vida de los hombres son más culturales que biológicas, en cuanto que la biología no le da la forma de vivir, su para qué. La teleología, o finalidad, propia de cada ser humano es una cuestión no soslayable en cualquier intento serio de dar razón de los orígenes de los hombres, justamente porque el cuerpo del hombre es un cuerpo muy peculiar. Este cuerpo vivo complejo no aparece hecho sólo para vivir y transmitir vida, sino para manifestar a la persona titular de ese cuerpo; está hecho para trabajar el cosmos ya que necesita ganarse la vida. Puede según su proyecto vital transmitir vida biológica o no; ningún está predeterminado a procrear, ni a aportar a la especie un número fijo de hijos.

ENTREVISTA por David Armendáriz

Tanto la evolución -especialmente el proceso de hominización- como el «principio antrópico», parecen converger en la idea de una finalidad que, sin embargo, parece ser negada, o no tenida en cuenta, por numerosos científicos e intelectuales. Dentro del panorama científico actual, ¿cuáles son los puntos principales en torno a los cuales gira la discusión en esta temática?

La afirmación (verdad revelada) de que toda la realidad material, todo el universo, es creado en el hombre y para el hombre, es algo sobre lo que el científico en cuanto tal, no tiene nada que decir. Le sobrepasa. Sabe que la especie humana es el vértice de la evolución de las especies, pero que cada hombre sea la única criatura querida por sí misma, un fin y no un medio, no se lo dice la ciencia positiva. Cada individuo de la especie humana es persona; es ser biológico y cultural al mismo tiempo. Ambas facetas tienen su propia perspectiva.

Por ello, y a pesar de los avances en el conocimiento del genoma humano, y de los novedosos e importantes datos alcanzados recientemente por la Paleontología en los yacimientos de Atapuerca, la respuesta está estancada. Pienso que la razón fundamental de ese estancamiento es que, necesariamente, este problema tiene que ser abordado desde todas las variadas perspectivas que presenta, y con todo el rigor de la propia metodología de cada una de las disciplinas que están, de suyo, llamadas a responder acerca de una de las facetas del problema. Sin embargo, se excluye la que más tiene que decir: la Teología que contesta y da razón del último porqué.

Sólo cuando no se excluye a priori ninguna disciplina, los planteamientos y logros de cada disciplina iluminan a las otras, al tiempo que de las otras disciplinas se ilumina el campo propio de cada una. “De dónde venimos y, con ello, quiénes somos y a dónde vamos; porqué estamos aquí” es la pregunta por excelencia que se hace y se ha hecho desde siempre cada ser humano. Y a la complejidad misma del misterio se suma el hecho de que la respuesta la busca, y la encuentra cada uno, en el ambiente intelectual de sus creencias religiosas, o en las ideologías que sustituyen la fe en el Creador. Por ello la Filosofía, la Antropología, las Ciencias humanas y en última instancia la Teología tienen tanto o más que decir a las Ciencias biológicas o la Palentología sobre esta cuestión.

A lo largo de mi vida me he hecho innumerables preguntas acerca de los “orígenes”. Mi experiencia es que la fe cristiana, la contemplación de lo relatado en el Génesis, ha iluminado el camino del conocimiento de la biología humana. Al menos, aunque no sólo, en cuanto fuerza o pasión por buscar la verdad. Pienso que la seguridad en que todo tiene sentido, en la coherencia de la realidad, da una libertad al pensar que no se queda aferrado en prejuicios deterministas ni de puro azar, y sobre todo libera de quedar aferrado a tener que explicar todo con sólo la ciencia y, por tanto, a reducir la grandeza de la realidad a lo que uno puede tocar, pesar y medir.

Debe ser algo similar a una pesadilla ver la biología humana abierta, en el sentido de lo que venimos hablando, y tener la necesidad de explicar esa apertura por y desde la biología misma. Es una petición de principio.