Salimos de Benasque, emocionados y listos para adentrarnos en la majestuosidad de los Pirineos. Nuestro objetivo era explorar la belleza natural y vivir una aventura inolvidable a través del senderismo. Con nuestras mochilas cargadas de ilusiones y provisiones, nos embarcamos en una travesía de tres días y dos noches.

Nuestra primera noche la pasamos en el refugio de La Renclusa, ubicado en un enclave privilegiado, rodeado de imponentes picos y glaciares. El refugio nos brindó un cálido y acogedor refugio en medio de la naturaleza. Después de una agotadora caminata, nos sentamos alrededor de una fogata y compartimos historias con otros excursionistas que también habían encontrado refugio allí.

Al amanecer, nos despertamos con el sol que iluminaba las montañas, y nos preparamos para el siguiente tramo de nuestra travesía. Emprendimos el camino hacia el Ibón de Gías, un hermoso lago de aguas cristalinas rodeado de prados verdes y flores silvestres. A medida que ascendíamos por los senderos sinuosos, el aire fresco y puro llenaba nuestros pulmones, brindándonos una sensación de libertad y renovación.

Luego de disfrutar de un merecido descanso junto al lago, continuamos nuestra ruta hacia el impresionante Circo de Barrosa. Este espectacular circo glaciar nos dejó sin aliento con su imponente pared rocosa y su cascada que caía desde lo más alto. Nos detuvimos un momento para admirar la belleza de la naturaleza en su forma más pura y nos sentimos agradecidos de poder presenciar tal maravilla.

El último tramo de nuestro viaje nos llevó hasta el collado de Sahún, desde donde pudimos contemplar un panorama de montañas interminables que se perdían en el horizonte. El viento soplaba suavemente mientras disfrutábamos del silencio y la serenidad que solo se encuentra en las alturas. Nos sentimos pequeños ante la inmensidad de la naturaleza, pero a la vez, conectados con ella de una manera especial.

Finalmente, descendimos de regreso a Benasque con el corazón lleno de recuerdos y experiencias que nunca olvidaremos. El viaje a los Pirineos nos enseñó a valorar la belleza de la naturaleza, la importancia de cuidar nuestro entorno y la fortaleza que podemos encontrar en nosotros mismos cuando nos enfrentamos a desafíos. Nos despedimos de aquellos majestuosos picos con la promesa de volver, conscientes de que los Pirineos siempre tendrán un lugar especial en nuestros corazones y en nuestras memorias.