Un matrimonio iba a ir al teatro aquella noche, y por ello tuvieron que dejar a sus dos hijas solas en la casa. La pequeña le suplicó al padre que no fueran, porque tenia miedo de quedarse solas puesto que hacia poco que un peligroso asesino se había fugado del manicomio de la ciudad. El padre le dijo que, si tenia miedo, metiera al perro debajo dela cama, para que éste le lamiera la mano y le tranquilizara.

Los padres se fueron, y las niñas se durmieron. A la media hora, llamaron al teléfono. La niña pequeña, temerosa, fue a cogerlo. Sonó una carcajada seca y colgó. La niña, extrañada, volvió a la cama. Al rato, volvió a suceder lo mismo. Llamaron, y volvió a soltar otra carcajada y al instante, colgó. La niña volvió a la cama, y alargó la mano al perro para tranquilizarse. La llamada volvió a repetirse dos veces más. La niña, aterrada, vio como al rato volvían a llamar de nuevo. Sonó la carcajada, el filo de un gran cuchillo rechinó en sus oídos, y el cuerpo de la niña cayó al suelo.

A la semana, una vecina, extrañada de no ver salir de la casa a la familia, llamó a la policía, los que abrieron la puerta por la fuerza. En el interior de la casa encontraron los cuerpos de toda la familia y el perro, en el orden de sus muertes. En el collar del perro se encontró una nota, que decía:

«los locos también sabemos lamer»

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