Hoy, me encuentro escribiendo esta carta con un nudo en la garganta y el corazón lleno de emociones encontradas. Ha llegado el momento de decir adiós, pero quiero que sepas lo profundamente agradecido/a estoy por cada momento que compartimos juntos.

Desde el día en que llegaste a nuestras vidas, trajiste luz y alegría a nuestro hogar. Tu presencia ha sido una bendición y tu amor incondicional ha sido un regalo preciado. Cada día a tu lado fue un recordatorio constante de la belleza de la vida y la importancia de vivirla con amor y pasión.

Me duele aceptar que ya no estaremos juntos físicamente, pero sé que siempre estarás presente en nuestros recuerdos y en nuestros corazones. Los momentos felices que compartimos serán tesoros que atesoraré por siempre.

A lo largo de los años, fuiste mucho más que una mascota, te convertiste en un verdadero amigo/a y confidente. Siempre estuviste ahí para escucharme, consolarme y brindarme tu cariño incondicional. Me diste tanto sin pedir nada a cambio, y por eso siempre estaré agradecido/a.

Hoy, te dejo partir con amor y respeto. Sé que fue un privilegio haberte tenido en mi vida y me siento bendecido/a por cada momento que compartimos. Siempre te llevaré en mi corazón y tu legado vivirá a través de los hermosos recuerdos que dejaste atrás.

Descansa en paz. Gracias por ser una fuente inagotable de amor y felicidad en nuestras vidas. Siempre te recordaré.

Con cariño y gratitud.