El
Un hombre muy avaro determinó vender cuanto poseía, convertirlo todo
en oro, y enterrarlo en un sitio oculto. Iba el tal avaro
a visitar su tesoro, pero habiéndolo observado un vecino suyo, lo
desenterró y se lo llevó. El desconsuelo del avariento no tuvo igual
al ver que le habían robado, y comenzó a llorar y a arrancarse los
cabellos.
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otro hombre de la causa de su dolor, le dijo: «¿De qué te
servía un tesoro oculto? Coloca una piedra en su lugar, figúrate que
es oro, y te servirá tanto como el tesoro del que nunca
usabas» (Esopo).