1.- Dios nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si Él no las conociese.

2.- Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra, es algo grande, algo sobrenatural, que me dilata el alma y me une a Jesús.

3.- Muchas veces, sólo el silencio es capaz de expresar mi oración, pero el huésped divino del sagrario lo comprende todo, aun el silencio del alma de una hija que está llena de gratitud.

(Santa Teresa del Niño Jesús)