Querido Papá,

Hoy, mientras escribo estas palabras, siento un vacío inmenso en mi corazón, una tristeza profunda que parece abrazarme con fuerza. Ha pasado algún tiempo desde que partiste hacia el cielo, pero el dolor de tu ausencia sigue siendo tan intenso como el primer día. Quiero que sepas cuánto te extraño y cuánto significas para mí, incluso a pesar de que ya no estás físicamente a mi lado.

Las lecciones que me enseñaste, los momentos que compartimos y tu amor incondicional continúan viviendo en mí. Cada vez que enfrento un desafío, recuerdo tus consejos sabios y valientes, y encuentro la fuerza para seguir adelante. A menudo me pregunto qué pensarías de las decisiones que tomo y de la persona en la que me estoy convirtiendo. Ojalá estuvieras aquí para verlo, pero sé que estás mirándome desde arriba, orgulloso de tus enseñanzas que llevo conmigo.

Recuerdo con cariño las tardes que pasamos juntos, los juegos que jugábamos y las historias que me contabas antes de dormir. Tu risa y tu calidez llenaban nuestras vidas de alegría. Aunque ya no pueda abrazarte ni oír tu voz, esos recuerdos nunca se desvanecen, y me traen consuelo en los momentos de soledad.

Hay momentos en los que desearía poder retroceder en el tiempo y decirte cuánto te amo y cuánto valoro todo lo que hiciste por mí. Pero como no puedo hacerlo en persona, espero que puedas sentir mi amor desde donde estás. Te quiero más de lo que las palabras pueden expresar, y siempre serás mi héroe, mi guía y mi protector.

Papá, sé que dondequiera que estés, estás en paz y libre de sufrimiento. Me consuela pensar que estás en un lugar mejor y que algún día nos volveremos a encontrar. Hasta entonces, guardaré tus recuerdos en mi corazón y honraré tu legado viviendo la vida de la mejor manera posible.

Con todo mi amor y gratitud.