Querido Hijo,

Hoy me encuentro escribiendo estas palabras con un dolor que parece abrazarme con fuerza, un dolor que solo puede compararse con el amor que siento por ti. La pérdida de un hijo es una herida que nunca sanará por completo, y mi corazón llora tu ausencia todos los días.

Recuerdo el día en que llegaste a este mundo, un regalo precioso que iluminó nuestras vidas. Cada día que pasé a tu lado fue un regalo, y aunque tu tiempo aquí fue breve, dejaste una huella imborrable en mi corazón. Tu sonrisa, tus risas, tus logros y tus sueños eran mi mayor fuente de felicidad.

Extraño tus abrazos, tus travesuras y tus preguntas curiosas que siempre me hacían sonreír. Extraño las noches en vela cuando cuidaba de ti, sabiendo que esos momentos compartidos eran invaluables. Extraño tu voz, tus secretos y las conversaciones que teníamos.

Tu partida ha dejado un vacío inmenso en mi vida, pero quiero que sepas cuánto te amo y cuánto significas para mí. Aunque ya no estás físicamente a mi lado, tu memoria sigue viva en mi corazón. Tu amor y tu legado siguen siendo una parte fundamental de mi vida.

Sé que donde quiera que estés, estás en paz y sin sufrimiento. Esa es mi única fuente de consuelo en estos momentos de dolor. Espero que puedas sentir el amor que te tengo y que algún día nos reuniremos de nuevo en un lugar mejor.

Hasta entonces, mi querido hijo, te envío todo mi amor y gratitud. Te extraño más de lo que las palabras pueden expresar, y siempre serás mi niño, mi alegría y mi razón de ser.

Descansa en paz, querido hijo. Siempre estarás en mi corazón.

Con todo mi amor.