En esta época en que ella calificaba su oración de «miserablemente seca y helada», era muy eficaz para otras personas. Una carta suya revela este modo de orar por los demás en los años de impenetrable oscuridad:

«a menudo, durante la Adoración –– pasan por mi cabeza las caras de las personas que conozco y los recuerdo ante Jesús. –– Haga esto por mí como yo lo hago por usted. Recuerde mi rostro ante Jesús».

(Madre Teresa, carta a un sacerdote febrero de 1976,  en Ven, sé mi luz, p.329. Rezar por las demás personas conocidas)