Querido Papá,

Hoy me encuentro frente al papel, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar el dolor que siento por tu partida. Aunque sabía que este día llegaría en algún momento, nunca es fácil despedirse de alguien tan querido.

Recuerdo tus enseñanzas, tu risa y la calidez de tus abrazos. Cada uno de esos momentos sigue vivo en mi memoria, pero ahora, sin tenerte físicamente a mi lado, se vuelven aún más valiosos.

Tu ausencia deja un vacío que ninguna palabra puede llenar. Me duele no poder compartir contigo los logros, las alegrías y hasta los desafíos que la vida tiene reservados. Sin embargo, me consuela saber que llevamos un pedazo de ti en cada recuerdo y en las lecciones que nos dejaste.

No hay un día que pase sin pensar en ti, en extrañar tu presencia y en desear poder retroceder el tiempo para disfrutar de esos momentos compartidos. Pero sé que la vida continúa, y aunque tu ausencia es difícil de aceptar, trato de encontrar consuelo en el amor y los recuerdos que compartimos.

Guardo tus palabras de aliento como un tesoro, y seguiré adelante con la fortaleza que me inculcaste. Aunque ya no estés físicamente presente, sé que tu influencia perdurará en mi vida y en la de aquellos a quienes tocaste con tu bondad y sabiduría.

Gracias por ser mi guía, mi ejemplo y, sobre todo, por ser mi padre. Te extraño profundamente, pero siempre llevaré tu legado en mi corazón.

Con amor eterno.