Querida hija,

Hoy nos dirigimos a ti con corazones llenos de amor, aunque envueltos en la inmensa tristeza de tu ausencia física. Aunque el tiempo ha pasado desde que partiste de nuestras vidas, tu presencia sigue siendo fuerte en nuestros corazones y pensamientos. Extrañamos cada momento compartido contigo, cada risa, cada lágrima, cada sueño compartido.

La vida nos ha enseñado que la pérdida de un ser querido es un desafío inmenso, y tu partida nos ha dejado un vacío que nunca podrá ser llenado por completo. Sin embargo, queremos que sepas que siempre llevamos tu luz, tu amor y tu memoria con nosotros.

Recordamos tus logros, tus sueños y la hermosa persona que fuiste. Cada recuerdo es como una joya preciosa que atesoramos en el santuario de nuestros corazones. Aunque no podamos abrazarte físicamente, tu espíritu vive en cada rincón de nuestro ser.

A veces, nos preguntamos cómo sería la vida si estuvieras aquí con nosotros. Imaginamos los hitos que alcanzarías, las alegrías que compartirías y las experiencias que viviríamos juntos como familia. A pesar de la tristeza, encontramos consuelo en la idea de que tu alma descansa en paz y que siempre estarás presente en nuestros pensamientos y acciones.

Queremos agradecerte por los momentos de felicidad que nos diste, por las lecciones que nos enseñaste y por el amor incondicional que compartiste con nosotros. Aunque tu partida ha dejado un vacío, estamos agradecidos por el tiempo que compartimos contigo.

En cada amanecer y cada anochecer, pensamos en ti. Recordamos las risas y las lágrimas, y nos esforzamos por vivir vidas que honren tu memoria. Aunque nuestras lágrimas fluyan, también celebramos la bendición de haberte tenido como hija.

Querida [Nombre de la Hija], siempre serás nuestra luz, nuestro amor eterno. Te extrañamos profundamente y te llevamos en nuestros corazones hasta que nos volvamos a encontrar.

Con amor eterno.