La noche del 30 de octubre de 1868, dijo: Soñé que estaban los jóvenes jugando en el patio, cuando de pronto aparecieron en la entrada dos sepultureros llevando un ataúd. Colocaron al ataúd a la mitad del patio y le levantaron la tapa. En aquel momento apareció la luna y dio una vuelta alrededor de la torre de la Iglesia. Luego dio otra vuelta a la torre y enseguida otra media vuelta y se detuvo.

Los sepulteros recorrieron el patio mirando al rostro de cada alumno y al fin vieron en la frente de uno de ellos esta palabra: “Morirás”, y le dijeron: – A usted le ha llegado el turno. Acuéstese en el ataúd.

El muchacho empezó a gritar: – Soy muy joven, no estoy preparado y aun no he hecho las obras buenas que debería haber hecho.

Pero uno de los sepulteros le respondió:- A mí no me corresponde averiguar eso. Lo cierto es que así como la luna dio dos vueltas y media, así cuando hayan pasado dos meses y medio, vendrá la muerte a llevarlo (la luna gasta casi un mes en dar una vuelta a la tierra).

Poco después la luna desapareció y los sepulteros echaron a la fuerza al joven al ataúd y se lo llevaron.

Que cada uno se pregunté a sí mismo: ¿Y si el próximo candidato a morir soy yo? ¿Estoy preparado? ¿Si después de dos meses y medio alguno de nosotros tiene que morir, estará bien preparado para morir bien? Recordemos que la muerte llega como un ladrón, sin avisar, y cuando menos esperamos que llegue.