Vi luego que nos dirigíamos todos a una Iglesia y que nos arrodillábamos ante el Santísimo Sacramento del altar y nos dedicamos a rezar devotamente. Y en ese momento llegaron muchos otros toros furiosos con cuernos terribles y nos querían atacar pero no se nos pudieron porque estábamos rezando a Nuestro Señor (se cumplía lo que dijo Jesús: “Ciertos espíritus malos no se alejan sino con la oración y el sacrificio”.).