“EL cristiano es un sembrador de alegría; y por esto realiza grandes cosas. La alegría es uno de los más irresistibles poderes que hay en el mundo: calma, desarma, conquista, arrastra. El alma alegre es un apóstol: atrae a los hombres hacia Dios, manifestándoles lo que en ella produce la presencia de Dios. Por esto el Espíritu Santo nos da este consejo: “Nunca os aflijáis, porque la alegría en Dios es vuestra fuerza”.

(M.V. Bernadot, “De la Eucaristía a la Trinidad)