“Por lo común, un hombre vive contento cuando la realidad, las decisiones ajenas o los acontecimientos concuerdan con sus deseos; el cristiano, por su parte está alegre con tal de que sus deseos concuerden con la voluntad del Señor. El primero goza así solamente cuando “todo va bien”, como él dice, mientras que el segundo halla el medio de ser feliz incluso cuando “todo va mal.”

(Chevrot, “Las bienaventuranzas”)