«Nadie había imaginado la posibilidad de Dios viviendo entre los hombres, hablando con funcionarios romanos y recaudadores de impuestos. Pero la mano del Dios que había moldeado las estrellas se convirtió de repente en la manecita de un Niño que gimotea en una cuna. Ese hecho, admitido en bloque por la civilización occidental durante casi dos milenios, es lo más asombroso que ha conocido el hombre desde que apareció sobre la faz de la Tierra. Y el honor de recordarlo a un mundo despistado corresponderá siempre a los cristianos».

Chesterton