«Un borrico, cargado con dos sacos de harina, vuelve camino de casa. De pronto ve delante una hormiga que lleva a cuestas un grano de trigo. Entre ambos se entabla un interesante diálogo:

  • Amiga hormiga -dice el borrico-, cuanto más te contemplo más te admiro. Llevas sobre tus espaldas una carga que pesa y abulta más que tú. Y sigues tu camino serena, alegre y con todas tus fuerzas. Y yo, que llevo dos pequeños sacos de harina, voy protestando, enfadado y parando.
  • Bueno -dice la hormiga-, pienso que la razón es sencilla y clara. Debe ser porque tú trabajas por cuenta ajena».

(Agustín Filgueiras, «Una sonrisa diaria»)