4. Yavé, alfarero
y refinados; serán sensibles y recias.
Te
voy a modelar un corazón: una bomba de sangre que, además de dar vida al
cuerpo entero, será el sismógrafo del espíritu que registre, en una precisa
escala de latidos, todas las emociones que tu alma pueda experimentar.
Tendrás
un cerebro vigoroso, capaz de conocer las leyes más secretas de este universo
que te he creado. Con él, llegarás lejos: ni tú mismo alcanzarás a conocer sus
límites. Será una máquina perfecta si sabe someterse al espíritu, que es su
guía; si se humilla ante la verdad y cree en ella; si aprende a elegir la
Sabiduría antes que el ingenio: si no renuncia a conocerme a mí, que soy su
Creador.
Te
concedo además el don que hasta ahora sólo he otorgado a los ángeles. Serás
capaz de amar y de recibir amor. Al entregar tu cuerpo, entregarás tu alma y
todo tu ser, como yo mismo me entrego. Podrás unirte a tu esposa —y ella a ti—
en un amor fiel y fecundo. Y cuando digas «para siempre», así será: amando, te
harás eterno, como yo soy eterno.
Este
barro, con el que Le formo, es sagrado. Vas a ser lodo y espíritu en una sola
pieza. No te vendas; no desprecies la materia que te he dado. Porque tu cuerpo
también ha sido hecho a imagen de Dios.
El
Cuerpo de mi Hijo me ha servido de modelo para crearte a ti, Adán.
A continuación, sopló Yavé
un viento huracanado que endureció el barro, penetró por todos sus poros y lo
llenó de vida. Así nació el primer hombre, la única criatura material que, por
ser imagen de Dios, hablaba cara a cara con Yavé; amaba como ama Yavé, y era
señor de cuanto se movía sobre la tierra.
—Realmente
eres importante —le dijo su Creador—: el
universo es tuyo. Pon un nombre a cada animal y a cada planta, porque todas las
he creado para ti, y aún no saben lo que son ni para qué están en el cosmos: tú
debes definirlas y explicárselo.
Aprende
a ser dueño de esta tierra. No le pidas que te dé lo que sólo yo puedo darte,
porque me ofenderías a mí, te destruirías a ti mismo y la tierra te castigaría.
Ama al mundo como yo lo amo, respetando sus leyes. Contémplalo, y no dejes
nunca de asombrarte ante la belleza: así me conocerás a mí, que soy su Creador.
Y
trabaja: ayúdame a completar mi obra. Manifestarás tu señorío sobre la tierra
convirtiéndola en tu hogar, domesticándola para tu servicio y el de mi Hijo.
Yo
lo he dispuesto todo en Belén para el nacimiento de Jesús; pero aún faltan los
caminos por donde llegarán los pastores y los Magos. A ti te corresponde hacer
el plan de carreteras, y construir el castillo de Herodes, el pesebre del
portal, la posada…
Los
caballos todavía están descalzos. Tendrás que hacerte herrero para resolver el
problema. Y alfarero, como yo, para guardar el agua y el trigo en mi casa de
Belén. Y debes inventar la ganadería, porque es preciso llenarlo todo de
ovejas. Y te daré semillas de todas las plantas, para que nazca la agricultura.
Has
de saber, además, que he escondido petróleo en las entrañas de la tierra, y he
cargado de energía el corazón de la materia. Ten paciencia: ya la descubrirás,
y serás poderoso.
He
creado ocho mil especies de aves, para que aprendas a imitar su vuelo. Ellas
serán también tus profesoras de música. (También hay ocho mil especies de
hormigas; pero dudo que puedan enseñarte algo práctico, por mucho que se
empeñen los fabulistas.)
Por
último, te he concedido el don de la palabra, para que hablemos en tu lengua
cuando me necesites: háblame, que quiero ser tu interlocutor a todas horas.
Ofréceme tu trabajo de cada día y cántame a mí en todas tus canciones.
Di
siempre la verdad: no profanes la palabra que te he dado. Si te cansas de
hacerlo, puedes inventar la literatura. Con todo eso, ¿sabrás ayudarme a
montar el belén?
CATEGORÍAS
Amor, Cielo, Corazón, Creación, Descanso, Dios, El belén que puso Dios, Felicidad, Hombre, Juicio, Música, Navidad, Oración, Paciencia, Sabiduría, Servicio, Silencio, Trabajo, Verdad, Vida