Texto del libro Historia de España contada con sencillez (José María Pemán).

Otro enemigo de la unidad de España, que preocupó también a los reyes sucesores de Recaredo, eran los judíos. Había en España gran cantidad de ellos y gozaban de gran preponderancia, ocupando muchas veces los cargos públicos. Como los judíos no tienen patria propia y andan errantes por el mundo, donde quiera que abundaron históricamente formaron entre ellos como una nación encima de la otra en que están. Esto llegó a alarmar a los reyes godos, que veían, con miedo, la gran cantidad de judíos que había en España y el mucho poder que tenían.

Había sobre todo en España un peligro constante que preocupaba a los reyes. Este peligro eran los moros y árabes, pueblo guerrero y conquistador que se había apoderado, hacía poco tiempo, del norte de África. El norte de África está demasiado cerca del sur de España, solo separado de él por el estrecho de Gibraltar. Era peligroso tener tan cerca unos vecinos tan inquietos, conquistadores y poderosos como eran los árabes, que venían desde muy lejos ganando tierras. Y este peligro aumentaba el recelo que los reyes tenían de los muchos judíos que andaban por España, pues sabían que, en el fondo, por el gran odio que tenían a todo lo cristiano, los judíos eran buenos amigos de los árabes y podían convertirse en aliados suyos para ayudarles, un día, a pasar el Estrecho.

Estas razones son las que movieron al rey Sisebuto a dar una ley echando de España a los judíos que no se bautizaran. Se ha acusado mucho a este rey de fanatismo e intransigencia católica, por haber dado esa ley contra los judíos. Pero la verdad es que la dio, no por motivos religiosos, sino políticos. Echó a los judíos no por su religión, los echó como echaríamos de nuestra casa a un huésped que supiéramos que era más amigo del vecino que no de nosotros mismos; sobre todo, si supiéramos que ese vecino tenía intención de asaltar nuestra casa.

¿Quién nos dice que ese huésped no va a ayudar, un día, secretamente, a su amigo el vecino, contra nosotros?… Y la prueba de que fue este el motivo de echar a los judíos, y no su religión, está en que la Iglesia no tomó parte para nada en esa decisión del rey y, por el contrario, San Isidoro de Sevilla, que vivía todavía, protestó de la ley y la consideró poco conveniente.

En efecto, la ley de Sisebuto, lejos de dar el resultado deseado, empeoró la cuestión. Pues los judíos que obedecieron la ley, salieron de España y se fueron precisamente al norte de Marruecos, con los moros, y los demás se hicieron cristianos de nombre y recibieron el bautismo sin creer en él, continuando, por dentro, tan judíos como antes. Lo que se consiguió, pues, fue que hubiera ahora judíos a un lado y otro del Estrecho, y que la comunicación entre los judíos de España y los moros fuera más fácil y continua. Desde entonces empezó a existir en España una verdadera organización de espionaje al servicio de los futuros invasores árabes. El peligro había aumentado, lejos de disminuir.