más de media vida está ligada a mi motocicleta Sanglas 400, con la que he podido disfrutar de buenos amigos, momentos entrañables, reuniones de motoristas... incluso me llegué a ganar el sueldo con ella durante unos años… En los primeros años con el atrevimiento e ilusión de la juventud cualquier sitio era ideal para reparar una Sanglas, fuera la mía o la de un amigo, motivo para juntarnos, intercambiar conocimientos, experiencias, risas y siempre con las manos llenas de grasa. Pasados los años sigue conmigo, mejorada, cuidada y siempre dispuesta para rodar por carreteras secundarias y seguir escuchando su ronroneo sabiendo que no me fallará.