Resultados de la búsqueda para: Juan Meléndez Valdés





HOMENAJE A LA MEMORIA DE DON JUAN MELENDEZ-VALDES (1900)
This scarce antiquarian book is a facsimile reprint of the original. Due to its age, it may contain imperfections such as marks, notations, marginalia and flawed pages. Because we believe this work is culturally important, we have made it available as part of our commitment for protecting, preserving, and promoting the world's literature in affordable, high quality, modern editions that are true to the original work.

OBRAS COMPLETAS (MELÉNDEZ VALDÉS, JUAN)
Don Marcelino Menéndez y Pelayo calificó las odas de " La paloma de Filis " de «treinta y tres lúbricas simplezas, cuya lectura seguida nadie aguanta». Menéndez Pelayo era propenso a la exageración, y así no es de extrañar que Ortega lo definiera como «el señor que exagera». Cabe preguntarse si a Menéndez Pelayo las odas de Meléndez le perturbaban por «simplezas» o por «lúbricas». Tal vez le molestaba sobre todo que, como fiscal, dijera que «no es religión todo lo que se cubre con su manto», y acaso por ello lo incluyó en su " Historia de los heterodoxos " . Meléndez, conocido solo a golpe de manual, ha pasado por ser el poeta de los «ricitos» y los «lunarcitos». Pero también es el poeta que evoca «las sombras de las pasadas dichas» y conoce la fugacidad de las cosas humanas: «Así se abisman nuestros breves días / en la noche del tiempo»; el que dice a las flores: «O naced más temprano, / o no acabéis tan luego»; el que, cantando «la paz y los amores», pide la soltura y la independencia de la alondra. En su poesía hay ecos de Fray Luis en versos como «¡Oh campo!, ¡oh soledad!, ¡oh grato olvido!»; acentos de Quevedo en otros: «¿Cómo de entre las manos se me ha huido...?», o «Humo los años fueron»; y lo mismo se perciben en él aspectos rusonianos («naturaleza es mi libro»), que atisbos de Espronceda y aun de Bécquer. Recoge la vieja doctrina del hombre como «mundo abreviado», denuncia las desigualdades («uno devora / la sustancia de mil»), y hasta sabe que el corazón humano es un «laberinto oscuro».