La tapa es un fenómeno gastronómico que trasciende las fronteras de España, donde tiene su origen. Alfonso X el Sabio ordenó se sirviera en mesones y tabernas, una porción de comida para acompañar el vino y evitar que se subiera a la cabeza de los parroquianos. El vocablo “tapa” ha sustituido al “entremés” y al “aperitivo”, y se pronuncia con los más variados acentos extranjeros. El verbo tapear se conjuga ya en todo el mundo. De pie o sentados, los amigos se deleitan con la caña o el chato de vino y la correspondiente tapa –gratis o pagada- en tanto que cuentan los últimos chistes de tal o cual ministro y solucionan los más complejos problemas políticos, económicos, ¡ah!, y futbolísticos. La autora nos lleva a la cocina de su casa, y –en confianza- nos entrega un abanico de recetas para que agasajemos a las amistades o las pidamos en el bar al camarero amable que, tras la barra grita: “¡Marchando, una de bravas!” “¡Oído cocina!” le contestan desde las profundidades de los fogones.