Un viaje a ninguna parte, veinte jornadas sin rumbo fijo… Un itinerario determinado por el azar… Como aves de paso, como aves viajeras… Esta narración no responde a la idea de un libro de viajes clásico. El viajero, en este caso el autor, no relata con meticulosidad todo lo que ve, sino lo que siente. Sabe que utilizar el lenguaje con estilo notarial solo hace que enmascarar sentimientos profundos. Con la mochila a la espalda y el alma al pecho, descubre en la realidad de los caminos gente sencilla con la que hablar. Busca la sintonía plena, la armonía y la paz. El libro contiene cientos de reflexiones sobre el sentido de la vida, obtenidas sin prisas en medio de la naturaleza pura.