Al autor y periodista Eduardo Laporte el «aguijón barojiano» se le clavó bien profundo en su adolescencia, porque quiso vivir libre y literariamente como Baroja. Ahora, con treinta y ocho años, abrazado más al árbol de la vida que al de la ciencia, prefiere calificarse como «un posbarojiano que sigue buscando a alguien que le marque tanto como él».