Con una complicada cronología escalonada de los argumentos, admirablemente graduados por los flujos del tiempo y la narración, Ford Madox Ford descompone en El buen soldado (1915) el cuadro de una supuesta normalidad familiar tardo-victoriana y lo recompone en un laberinto de complejidades e interrogantes: toda vida parece esconder muchas otras en su seno. Este descubrimiento novelesco no se limita a la evocación de algunos personajes y de sus complejas historias de amor, si bien es cierto que Edward Ashburnham, Leonora, Florence y John Dowell cobran existencia para nosotros, después de unas pocas páginas, con una concreción irrevocable y casi dolorosa.